Nunca sé despedirme de ti,
siempre me quedo con el frío de alguna palabra que no he dicho,
con un malentendido que temer,
ese hueco de torpe inexistencia que a veces,
gota a gota, se convierte en desesperación.
Nunca se despedirme de ti,
porque no soy el viajero que cruza por la gente,
el que va de aeropuerto en aeropuerto o el que mira los coches,
en dirección contraria,
corriendo a la ciudad en la que acabas de quedarte.
Nunca sé despedirme,
porque soy un ciego que tantea por el túnel de tu mano
y tus labios cuando dicen adiós,
un ciego que tropieza con los malentendidos
y con esas palabras que no saben pronunciar.
Extrañado de amor, nunca puedo alejarme de todo lo que eres.
En un hueco de torpe inexistencia,
me voy de mí camino a la nada.
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